martes, 1 de diciembre de 2009

-Thinking-

Caminar.

Siempre en los momentos buenos y, sobretodo en los malos camino para relajarme y concentrarme. Al hacerlo sucede algo que me ayuda a ponerme en contacto con un yo interior que la vida cotidiana, los problemas y demás distractores mitigan o apagan por completo.

Cuando tengo un bloqueo literario casi siempre lo resuelvo caminando –o si no leyendo-, cuando un problema me asfixia, caminar me tranquiliza y me deja pensar más claramente; nada mejor para incubar y darle forma a una historia que caminar, algunos de mis mejores recuerdos con las personas que quiero son momentos en que andamos.

Siempre voy a recordar que la primera vez que salí con Juan caminamos desde mi casa hasta el centro, por Reforma a la altura de Insurgente y hasta la Calle de Regina; no puedo recordar lo que platicamos, pero soy capaz de recrear las emociones que experimentaba todas asociadas con cruces, edificios, monumentos o simples calles. Con Mario recuerdo las mañanas al final del antro, cuando caminábamos hasta mi casa, cruzando la Roma que despertaba. Con Arturo, las caminatas descubriendo el centro, parándonos en cada edificio, mirando a la gente; con Gines una caminata muy singular que tuvimos en la Colonia Cuauhtémoc, mientras criticábamos la arquitectura de la zona desbaratábamos nuestra vida en sucesos específicos e inconexos; con Alex esas clásicas caminatas domingueras en las que peinábamos innumerable cantidad de veces el Parque Lincoln hablando de nada y muchas veces en un silencio que comunicaba con meros gestos o expresiones y con mi mamá esas caminatas por Jona en las que siempre terminaba sintiendo por ella un lazo más poderoso que el de la sangre: el de los momentos vividos.

Así me atrevo a decir que de toda la gente importante en mi vida tengo un recuerdo andando. Y es quizás ese recuerdo el que me une poderosamente a ellos. Y no sólo eso, los cambios importantes, las ideas grandiosas, las decisiones difíciles, las metamorfosis siempre han comenzado con una caminata solitaria; sin rumbo –objetivo- y sin límite –subjetivo-.

Sí algún día cometo la imprudencia de escribir una autobiografía caminar sería mucho más que un verbo que expresa una acción, sería más que una metáfora, sería casi como un personaje principal, el más redondo de todos, el más complejo, el que comienza con el movimiento de los pies pero termina con un cambio en un plano imperceptible, de esos que sólo pueden ser atrapados por la literatura.

Y es que caminar y escribir son para mí, la misma cosa. Un ancla que me aferra a la imaginación. Una fortaleza. Esa en la que el artista se refugia para poder encontrarse con la idea. Con ese ente hecho de colores, palabras, imágenes, sonidos… Ese lugar donde lo externo deja de existir por un momento –brevísimo-, para dar lugar a un encuentro inmaterial que sólo puede ser comprendido y expresado por el lenguaje artístico.

Por eso puedo decir que mientras camino siempre escribo y siempre que escribo, camino.

Atl Mendarte.

1 comentario:

Artdr3amer dijo...

Que bonito se leyo todo hermano!, amo caminar y amo caminar contigo!, tenemos que hacerlo mas seguido!.

Te quiero!!!

Y a festejar mi cumpleeee!!!