martes, 10 de noviembre de 2009

-Mi Diario de Ideas-

10 de novJustificar a ambos ladosiembre.

Ya es un hecho me declaró fiel y constante seguidor de Mario Vargas Llosa. La Ciudad y los Perros es una lectura sumamente sugerente. En la edición de bolsillo de punto de Lectura en la página 171 Mario Vargas Llosa narra uno de los pasajes más eróticos que he leído. Una especie de orgía adolescente: Y ahora sacará un billete, o una botella, o una cajetilla de cigarros, y luego habrá una pestilencia, una charca de mierda, y yo me abriré la bragueta, y tú te abrirás las bragueta, y él se abrirá, y el injerto comenzará a temblar y todos comenzarán a temblar, me gustaría que Gambeta asomará la cabeza y olierá ese olor que habrá... y así sigue por unas cuatro páginas.


Lo que me gusta de la prosa de Vargas Llosa es esa sensación de rapidez, como de estar sofocado, palabras amontonadas, que corresponden a diferentes ideas, como si la misma situación la contarán dos o más narradores, algunos omnipresentes.
Ya hablando de pasajes eróticos Neuman en su libro también tiene dos (pag. 245-246). Uno de una masturbación femenina y otro de una masculina, muy bien logrados ambos: Se llevó una, dos veces los dedos índices y mayor a la boca, abrevo con la lengua. Después descendió conteniendo la prisa, sufriendo la urgencia. Fue resbalando, dejando una oruga de saliva de la boca al mentón, del mentón al cuello, del cuello al dedal entre las clavículas, de la clavícula a un pecho, del pecho hasta la última costilla, de la costilla hasta las órbitas del ombligo, y desde el ombligo, siguiendo un tenue rastro de vello, hasta la rueda del clítoris. Los pliegues se abrieron. Las contracciones se expandían del interior hacia afuera. Un dedo colibrí insistía. Sophie se dejaba poseer, sentía el hueco de un hueco.
Se llevó una mano a la entrepierna. Su miembro estaba alzado. Se desvistió también de la cintura para abajo. Sintió una corriente fresca en los testículos y un ardor en el glande. Empuñó el miembro y empezó a sacudirlo. A sacudirlo con una especie de rencor. La piel le respondió como un elástico rojo. Un anillo de fuerza le ascendió por el vientre. Hans arqueó las rodillas. La mano se le hinchó. La sangre se agolpaba. El abdomen quería levantar el peso. Todo iba de abajo hacia arriba. Hans tenía el temblor. Y debía expulsarlo. Ahora.

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