domingo, 29 de noviembre de 2009

-Mi Diario de Ideas-

Noviembre

Estoy aprendiendo mucho sobre técnica literaria. Todos mis cuentos anteriores -y lo que había escrito- estaba hecho, como mi mamá bien lo definió, de puro corazón. Pero para hacer algo con valor artístico se necesita algo más, oficio.


Escribir no es tan fácil como sentarse a copiar lo primero que pase por la cabeza. Por más buena que sea tu idea, si no sabes como plasmarla difícilmente logrará su objetivo, no se transmitirá la esencia de lo que se quiere decir. Palabras accidentadas, ideas diseminadas.


Previo a escribir hay un trabajo largo y arduo de planeación. Lo que llaman darle cuerpo a la historia. Pensar en las palabras correctas, en la voz narrativa, en la estructura, en los núcleos, los indicios, los referentes, la elipsis, los adjetivos, las conjugaciones, las sutilezas, para hacer un buen escrito hay que ser sutil, no decir nada, sino dar a entender.


Pero más aun lograr que toda esa técnica no se note, que no se vea cuadrado, la técnica debe ser un instrumento, no un final, si eres demasiado técnico entonces la historia deja de hablar, los personajes se callan y tú historia se pierde.


Todo lo que aprendí en este mes me tenía un poco bloqueado. De repente me di cuenta que me daba miedo escribir. Me sentía como intimidado. Como que no quería empezar hasta estar seguro de los pasos que iba a dar. Ni siquiera mi blog quería escribir. Me obsesioné un poco con la perfección. Por eso hoy rompí todos mis apuntes. La técnica no debe ser algo que se memoriza, porque entonces esclaviza. La técnica debe ser algo que se adhiere.


Aprendí cosas que sin duda cambiaron mi percepción sobre el ejercicio de escribir. Eso nunca se me va a olvidar. Pero no puedo sentarme a escribir pensando en ser fiel a esas leyes. Hoy más que nunca estoy convencido que para escribir hay que romper todas las reglas, pero para hacer eso antes tienes que conocerlas. Así es en todas las leyes, para romperlas tienes que conocerlas, dominarlas, si no es torpe rebeldía sin causa.


Creo que lo que siento ahora no es miedo a escribir. Sino una profunda responsabilidad al hacerlo. Y eso es bueno. Poco a poco me voy dando cuenta de la responsabilidad que implica tener un lápiz en la mano para intentar hacer algo con un valor artístico. Está responsabilidad no es con las reglas, ni con los críticos, ni con los lectores, es una responsabilidad con la obra. Sólo con ella.


Atl Mendarte

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