jueves, 5 de febrero de 2009

Something¡¡

Escribir.

Un día alguien que sabía sobre mi inquietud por escribir me pregunto: que significaba para mi el hacerlo. Yo sin pensarlo le dije que escribir era una especie de crónica, el contar una historia. Un momento. Hace más de un año que me hicieron esa pregunta. Hoy he vuelto ha pensar en mi respuesta y definitivamente sería diferente.




Que contestaría hoy en día?

Han pasado muchas cosas y sobre todo he leido mucho en ese año. Hoy estoy convencido de que escribir es dos cosas. La primera: leer y la segunda tener un argumento, oseá, algo que decir.

No puedo imaginar a alguien que se diga escritor y no lea. Es imposible. Nadie puede generar sabidura o cosas que decir de la nada. Hoy estaba pensando acerca de eso y lo imagine así: pensé en un gran terreno, plano, sin ningún tipo de arboles o frutos. Así es nuesta mente al principio, plana sin conocimiento y sin nociones. Después el campo es regado de semillas que a la larga van generando árboles o frutos, al final el campo que era plano se vuelve en uno lleno de frutos y árboles. Igual con nuestra mente los libros son como las semillas que van esparciendo:ideas, pensamientos, sentimientos. Sin esas semillas el terreno está condenado a permanecer seco y desierto.



No tengo nada contra los escritores que en sus libros sólo cuentan historias: divertidas, hilarantes, misteriosas, que te atrapan. Creo que lo que hacen es una gran labor. Pero: qué pasará con sus historias cuándo las generaciones cambien y lo que antes era emocionante o excitante pierda esa cualidad? Caerán en el olvido. Quién recordará a Paulo Cohelo en 30 años?

Creo que el arte de escribir está en lograr que esas historias que se cuentan hablen más allá de relatos. Que cuenten de algo trascendental. Inmortal. Atemporal. Que hablen de algo que pueda traspasar la barrera del tiempo. Es decir que hablen de: sentimientos, de emociones. Que vayan lo más profundo. Que logren hacer pensar, emocionarse, cuestionarse. Es por eso que pienso que el que escribe debe hacerlo con la idea de transformar no sólo a los hombres de su época si no también a los que vendrán mucho después, aun cuándo él ya no este. Con esto no quiero decir que el escritor deba vivir obsesionado con trascender, dudo mucho que Shakespeare pensára en influenciar a una generación 100 años después de él. Lo que quiero decir es que un escritor debe escribir en ese idioma atemporal e inmortal que es el de los sentimientos, las emociones y esas profunidades que aloja el alma humana.




Atl Mendarte.

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