sábado, 18 de abril de 2009

Mi Diario de Ideas¡¡¡

18 de abril.

Hoy hace unos quince años, no recuerdo bien cuanto, murió mi abuela materna: Anto. Cuándo murió era un sábado de Gloria. Falleció de un infarto en el Hospital Español lejos de la casa en donde crió a sus hijas y las vio crecer. Mis recuerdos de ella son pocos y hoy me di cuenta que ya no recuerdo su voz. Creo que la voz es lo primero que olvidas de las persona. Me acuerdo que le gustaba tejer y cocinaba unas enchiladas verdes muy ricas. Cuando la visitaba siempre me hacía enchiladas verdes y albóndigas. Todavía recuerdo el sabor de esas enchiladas de tomate: una especie de acidez bien combinada con el sabor de la crema y el pollo.

También recuerdo que le gustaba platicar. Se sentaba en una silla mientras subía sus piernas en otra, quizás para mitigar el dolor que le causaban porque tenía mala circulación. Siempre me contaba historias de terror: bien contadas, con una voz profunda que parecía como si cada escena estuviera almacenada en su memoria. Todos sus cuentos empezaban con la frase: "ora lo veras". Anto era una mujer de pueblo. Dedicada a sus hijas y a su esposo: Juan Reyes que murió cuando mi mamá, la penúltima de las hijas tenía cuatro años. Su vida no fue fácil. Fue huerfana porque su mamá, mi bisabuela, la abandono a ella y a sus otras dos hermanas. Se casó con mi abuelo joven y tuvo con el 12 hijos. 10 mujeres y un dos hombres.

Cuándo quedó viuda mi abuela tuvo que enfrentarse a un mundo donde la mujer no podía cruzar la linea del hogar. Tuvo que criar a sus hijos y administrar lo que mi abuelo le había dejado. Un montón de dinero guardado en latas y tierras y ganado regados por partes que mi abuela ni imaginaba. A pesar de su vida difícil "La Ase" como le decía mi mamá hizo todo bien y siempre vivió feliz. Disfrutando los pequeños momentos, cocinando, ayudando a otros, contando sus historias y dejando en todos los que la conocimos esa huella que es de recuerdos, olores, palabras, historias y momentos.

Momentos que persisten al cuerpo y que intimidan a la muerte. Yo creo que después de la muerte termina nuestro ciclo orgánico pero persiste el más poderoso el de nuestras obras. Ese que nos vuelve inmortales y que es el de la trascendencia.

Tú ya no estás en cuerpo pero lo que hiciste aun persiste. Persiste en tus hijos, en tus nietos y en todos los momentos que nos remontan a ti.

En Memoria de mi abuela.

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