lunes, 2 de marzo de 2009

Historias¡¡¡

Las cosas que vienen de noche.


Un cigarro en la mano y los ojos en lo suyos.

-A veces siento que no sé nada de ti.

-¿Por qué lo dices?

-Por tus ojos.

Ella baja sus intensos ojos negros. -¿Qué tienen mis ojos? Susurra con una voz tímida pero ansiosa.

-Secretos...

Ella se ríe y lo mira de nuevo.

-Ya estás drogado. Dame un poco. No seas envidioso.

Toma con sus manos blancas y pequeñas el cigarro de marihuana y mientras lo pone en sus labios lo mira con ojos de reto.

-Por qué será que cuando estamos “así” tenemos las únicas conversaciones sensatas.

-Pero mira que ya estas muy mal, he escuchado de relaciones que se rompen por las drogas pero esta es la primera vez que escucho de una que sobrevive gracias a ellas.

-No seas irónica. Sabes que tengo razón.

-Siempre crees saber lo que pienso.

-¿Y no?...



Ella se levanta desnuda y se dirige al espejo. Se ata su pelo negro y largo con una cinta blanca. Se pone la ropa mientras lo mira a través del espejo. Permanece quieto e inmóvil pero la mira. Siempre le ha aterrado esa mirada que parece saberlo todo. Muchas veces ha estado a punto de correr a él y pedirle que la perdone pero se detiene porque mira sus ojos y siente que no hace falta. Ella lo conoce tan bien y él conoce tan bien a Laura, la conoce tan bien que casi no hace falta que conozca todo lo demás.



Lo conoció hace más de cinco años, desde entonces están juntos. En su historia hay muchas cosas excepto momentos románticos y sin embargo parece que se aman. Al menos eso se dicen. Pero no saben si lo dicen por que lo sienten o simplemente es costumbre o tal vez lo dicen para no quedarse solos, él con su vida y ella con sus secretos. ¿Cómo se puede vivir en la realidad cuando todo son mentiras? y ¿cómo se puede amar cuando lo único que quieres es no estar sólo?



Cinco años atrás todo era tan diferente. Escuchaban otra música, se ponían otra ropa, no tenía esas marcas, él tenías los brazos más firmes y ella aun no tenía celulitis, no sabían las mismas cosas pero ya tenían los mismos miedos y esos mismos fantasmas. A lo largo de nuestra vida muchas cosas cambian, gente va y viene, nuestro reflejo en el espejo nunca es el mismo y sin embargo hay algo que no se mueve, que siempre está ahí, desde que nacemos hasta que nos vamos. Sólo cambia de disfraz. Nos miente. Nos dice que ya se fue pero sólo se transformo en otra cosa. Es un camaleón. Un maestro del engaño. Me dice no temas. Yo le creo. Parece que ahora si estaré a salvo pero luego me doy cuenta que eres el mismo pero con otro nombre...



Son los dos únicos en el parque. A lo lejos los sonidos de una avenida se mezclan con el mecer de los árboles. La fuente que los separa se ha quedado callada. Él sentado. Mirándola como aferrado. Esperando que ella lo mire. Ella con un cigarro en la mano y los ojos en un punto invisible. Aferrada a una imagen que sólo vive en ella.


-¿Qué miras? Le dice de manera retadora. -Parece que te conozco. Contesta él mirándola intrigado.

-No creo.

-¿Por qué estas tan segura?

-Sé muy bien a quién conozco.

-Y cómo sabes que yo no soy uno de esos que conoces.

-Porque todos están muertos.

-¿Los has matado?

-De alguna manera.

-No me asustas. Siempre me he sentido atraído por lo turbio.

-Entonces vete antes de que ya nunca puedas dejarme.

-Suenas convencida.

-Y tú pareces desesperado.

-Lo estoy. Prende otro cigarro y lo mira excitada. -Siempre me he sentido atraída por los desesperados, nunca hacen preguntas.

-Yo sólo hago las necesarias.

-Las preguntas sólo deberían hacérsele a las personas que no te importan. Las respuestas de las personas que no te importan siempre dan lo mismo.

-Yo sólo creo en las respuestas que no se dicen con palabras. La mujer del vestido negro se contonea en una risa que suena más a nervios. Se pone frente al hombre rubio de ojos claros y mirada sugerente.

-¿Que tipo de respuestas son esas? -Son las únicas. Las autenticas. Las que decimos sin decirlas. Como tú ahora. Tus palabras me dicen que me vaya pero toda tú me ruegas que me quede, que te bese, que me quede para siempre a tu lado..., me necesitas. La toma de la cintura y la empuja suavemente sobre un árbol, acerca sus labios a su cuello.


-Eres tan deprimente. Le dice sin inmutarse mientras con una mano lo empuja. Él baja la cabeza y por un momento parece que no sabe que decir. –En eso nos parecemos. Soy tan patético y aun así no te has ido.

-Me diviertes, quiero saber hasta donde puedes llegar.

-Ten cuidado. Sólo hay algo en la vida que nos hace capaces de cualquier cosa, es el miedo a estar solos. Nos hace olvidar. Pedir perdón. Transformarnos. Hasta nos hace capaces de decirle a una extraña que la amamos. El aire golpea sus rostros inmóviles, el cielo se llena de truenos y nubes que anuncian una tormenta. Los dos ponen sus ojos en el cielo y él muy sereno la toma de la mano. –Vamos a mi casa que va a llover. Ella lo sigue sin decir nada y tras ellos se va abriendo una tormenta que impregna el ambiente de un aroma a tierra mojada. Ellos lo comentan mientras caminan y siempre en las noches lluviosas cuando llega el mismo aroma ambos piensan en ese momento y recuerdan que fue el primero.



Al principio todo era muy extraño. A veces despertaba y no recordaba quien era. Muchas veces estuve a punto de sacarla pero sabía que la necesitaba que no podía desprenderme de ella. Poco a poco me fui acostumbrando a su presencia, a su olor en mi almohada, a su sombra deambulando por mi casa, a sus ojos inquietantes, a sus palabras vacías. Nunca hablábamos de su pasado. Pero yo siempre me preguntaba que había hecho para tener tanto miedo de revelarlo. O quizás es que no había hecho nada. Muchas veces nos avergüenzan más todas las cosas que no fuimos capaces de hacer. Yo le contaba un poco de mi vida pero siempre resultaba tan aburrida cuando la escuchaba que un día deje de contarla y ella parecía agradecerlo o tal vez simplemente no le interesaba. Creo que de alguna manera sentía que si conocía mi pasado yo debía conocer el suyo. Parecía que habíamos llegado a un mutuo y silencioso acuerdo en donde renunciábamos a conocer todo aquello que paso antes del nosotros.



-Nunca me has preguntado nada. Me dijo como si las palabras se hubieran escapado de su boca. Yo sin mirarla le contesté: -¿Es necesario?

-¿Cómo puedes amar algo que no conoces? Somos dos extraños cumpliendo un contrato. -¿Qué estas diciendo? No hay ningún contrato entre tú y yo.

-¿Es qué no te das cuenta? Seguimos juntos porque ambos estamos cumpliendo con la parte de un pacto...

-Tú puedes irte cuando quieras.

-Lo dices porque sabes que no tengo el valor de hacerlo.

-Lo digo porque eres libre de hacerlo.

-Tú mejor que nadie sabes que no soy libre. Por eso estas conmigo y por eso estoy contigo. Tú no podrías estar con alguien libre y yo no podría estar contigo si lo fuera. Ese es nuestro pacto yo maquillo tu soledad y tú me ayudas a esconderme de... todo lo que me escondo.

-Te ves tan desagradable cuando te pones dramática. Pareces tan infeliz.

-Eres un idiota.

-¿Porqué te digo dramática o porqué me produces flojera?

-Porque piensas que alguien puede no ser infeliz a tu lado.

Él la mira silenciosamente y la besa. Alejo mis labios de los suyos. Su olor me produce nauseas. Se aleja y me mira profundamente, con cierta curiosidad.

–Dime entonces ¿Quién eres? Quiero saberlo.

-No te interesa. Si quisieras saberlo ya me lo habrías preguntado hace mucho.

-¡Quiero saberlo ahora!

-No cambiaría nada que lo supieras. Todo seguiría siendo lo mismo.

-Es por que te amo.

-No. Es todo lo contrario. Para amarme necesitarías saberlo primero. Necesitarías saber a quien ibas a amar. Necesitarías saber si ibas a amar a un monstruo a una don nadie o a una cobarde... Tú no me amas. Sólo me necesitas. Por eso no te ha importado nunca quien soy. Te basta con saber que me tienes.


Por muchas semanas ninguno volvió a decir nada. Vivían sus vidas ignorándose y evitándose. Ella muchas veces pensó en irse pero sabía que no podía hacerlo. Muchas veces pensé en dejarla pero la idea de no tenerla, la idea de ya no poder culparla me estremecía. Un día ella habló y me contó su pasado, todo eran mentiras, él lo sabía y sin embargo quiso creerlas porque no tenía más opción, sabía que confrontarme con mi pasado era la mejor manera de alejarme, por eso me callé, y su silencio me lo seguía demostrando, y desde ese día ya no me veía a los ojos, y desde ese día ya no lo veo a los ojos, es culpa supongo, es porque si lo miro se dará cuenta que lo sé...



Hace cinco meses que no tenemos sexo. Creo que ya perdimos esa capacidad. Antes era el único lugar donde pasábamos un buen momento juntos. Todo el día podía odiarlo pero cuando estábamos desnudos en la cama sentía como si lo necesitará. Esos momentos nos daban poder a ambos. Poder el uno sobre el otro. Cada vez que sus manos rodeaban mi cintura y que sentía mis piernas rozando su espalda yo sabía que lo tenía por un día más. Es como si yo fuera su droga y mi cuerpo su dosis. Aprendí a usar el poder de mi droga. La racionaba. Hacía que la necesitará. Que la idealizará. Que no pensará en otra cosa que no fuera en mi cuerpo montado en el suyo, en mi sudor escurriendo por todo su cuerpo, en mis gestos de cama, en mis dientes mordiendo su cuello, mis uñas perforando su espalda. Y cuándo por fin me tenía sabía que necesitaría más, sabía que regresaría desesperado por una dosis más de mi cuerpo.



-¿La dejarás?

Él la suelta y gira su cuerpo evitando mirar su rostro. -No puedo.

-Pero no te ama. Ni tú a ella.

-El amor no es lo único que hace que dos personas estén juntas.

-Debería de serlo. Lo es para mí.

-Por eso no puedo estar contigo. Laura no me ama pero me necesita. Tú me amas pero no me necesitas.

Busca sus ojos y pone sus manos en sus brazos -No te entiendo.

El sin moverse le contesta como si estuviera pensando en voz alta. –Lo tuyo es racional, algo que elegiste por decisión no por necesidad. Pero lo de Laura es pura necesidad, es instinto. Es tan animal. Es algo que se aferra. Por eso no puedo dejarla porque necesito alguien que sienta lo mismo que yo. Alguien que sepa que no puede dejarme bajo ninguna circunstancia. Alguien que este conmigo porque no tiene más opción.

Y la mujer lo miro como si fuera la primera vez que lo veía y se aterró. Sintió miedo pero después se dio cuenta que lo único que podía producirle era pena y se vistió sin decir palabra y al final lo vio y quiso decir algo pero no encontró palabras y no importaba porque él ya sólo pensaba en Laura y corrió a su casa y la encontró fumando en la ventana con el sol bailando en su cara y la besó sin decir nada y la recorrió con sus labios y toco cada parte de su blanco cuerpo y se lo hizo primero con dulzura y luego de una manera que se parecía más a la furia pero ella lo disfrutaba, lo sabía por sus gemidos y por su rostro de ojos cerrados y mejillas rojas pero no entendía que ella lo disfrutaba más porque que de nuevo había regresado y se sentía poderosa porque entendía que lo tenía y luego él le dijo que sentía que no la conocía y ella se rió y le dijo que estaba drogado pero en el fondo sabía que era verdad y eso la tranquilizaba. Cinco años había mantenido lejos a la otra, a la que era antes porque no quería que la otra, de la que él no sabe ni el nombre, sintiera lo que cada día siente ésta la que es ahora, la que llegó una noche y no se ha ido desde entonces...



Y desde esa noche todo ha cambiado. Ya no es la misma. Algo paso... Es como si fuera otra, una que no conozco.



Laura camina por la calle larga que se parece a una por la que ella caminaba, no es la misma pero sus árboles si lo son, y aunque no quiere todo lo que fue se presenta a un desfile nostálgico de imágenes que le arrancan una lagrima que recorre rápida su cara pálida, y la que ya no es sale de su prisión hecha de silencio y una vez más ve su rostro, el rostro de ese que es el significado de todo, ya no se resiste y los recuerdos la desgarran, se sienta en una banca a la sombra de un árbol inquieto y su rostro, el rostro de él se vuelve más poderoso y ella siente que lo puede tocar y lo toca y siente que le puede hablar y le habla y ella y él tienen esa conversación que nunca llegó, esa conversación en ropa de verano y palabras frescas y sus ojos no se alejan en ningún momento y el viento se encarga de musicalizar el encuentro y el cielo lo adorna con figuras de nubes y un sol medio cubierto que juega con la luz en sus rostros que lucen tan felices, con esa felicidad que no se ve todos los días, esa alegría que sale de los ojos y parece como una explosión que viene de adentro y ella no está segura si este momento pasó... pero debe haber sucedido por que las palabras que se dijeron ella jamás las había pensado... y todo eso que dejó porque aunque tenía muchas cosas había algo que le faltaba y no sabía que era y se aferró a ese vacío y pensó que el problema era el lugar y todo eso que tenía y decidió huir y no se daba cuenta que ese vació la seguiría hasta el final del mundo y aunque las calles no fueran las mismas y aunque toda la gente que la rodeara no fuera la misma y aunque las palabras se dijeran de diferentes maneras ese vació siempre la acompañaría en esas calles distintas, con esa gente diferente y ese vacío siempre hablaría esas lenguas diferentes y no importa a donde vayas yo te seguiré, yo caminare a tu lado, yo te recordare que algo te falta no importa que lo tengas todo y Laura entendió que eso que falta sólo se tiene cuando uno puede vivir con la idea de que no tiene nada y siguió caminando por la calle larga que se parece a una por la que ella caminaba...



La luna montada en el centro del cielo estrellado escuchaba los sonidos quedos de una noche tranquila. La mujer de pelo negro e intensos ojos negros se levantó de un salto tranquilo pero firme miró a la ventana que estaba a su lado y buscó la luna, parece que entre las dos existía un lenguaje que nadie más entendía. Cerró los ojos y su rostro quedó expuesto a la brisa nocturna que la acarició con elegante ternura. Cogió de una silla el mismo vestido negro que no usaba desde hace cinco años. Un poco más ceñido. Sus formas se asomaban con discreto orgullo. Se miró al espejo y parecía que nunca se hubiese visto. Todo parecía tan fresco, tan nuevo. Todo tenía un poco más de brillo. Y se puso los zapatos, los mismos. Y cogió una pequeña maleta negra. Llevaba sólo lo necesario. A dónde iba los recuerdos sólo estorbaban. No se puede empezar nada nuevo si llevas cargando tu vida en la maleta. Y antes de ir a la puerta lo miró. Sabía que esa era la última vez que lo vería. Sabía que al salir de esa casa lo mataría. Lo mataría de la misma manera en que había matado todo lo demás. Lo ya pasado. Lo mataría como se mata a todo eso que ahogamos con la indiferencia. Lo mataría con el filo del olvido. Con la violencia de la negación. Lo condenaría a la fría tumba del secreto. Le diría: Voy a vivir como si nunca te hubiera conocido. Y se alejó casi corriendo. Rodrigo abrió lo ojos y su voz retumbó en el silencio: -¿Por qué te vas? Y Laura se detuvo. Sin voltear a mirarlo dijo con voz que ya no era la que había sido –Porque ya no tengo miedo a estar sola. Y entonces él supo que ya nada podría detenerla. Y la puerta se cerró tras de ella y la noche siguió con su danza de luna y estrellas.



Atl Mendarte.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Atl! Creo que con éste cuento te digo: Gracias!, me llevaste a su mundo, me regalaste muchas imágenes, ví tantas fotografías... Los diálgos como zoom in me gustaron mucho.. Gracias amigo!

Atl Mendarte dijo...

Este cuento es como muy especial. Me gusta mucho, amo los dialogos intensos, las escenas sensuales, las pasiones tormentosas. La noche y su danza de lunas y estrellas.
Gracias por leer y comentar, :)