sábado, 7 de marzo de 2009

Historias¡¡¡

Este cuento lo escribi en una hora, ni siquiera tiene nombre, no pretende nada. Es sólo la influencia de una película mexicana...


UNO.

Supongo que desde niño tuve más problemas que los demás. La pinche vida no es fácil me decía mi padre, ya casi no lo recuerdo, vaguito tengo el recuerdo ahí sentado en su sillón, desde que se levantaba hasta que se dormía se la pasaba ahí, pobrecito, nomás de acordarme parece que lo escucho, al final cuando ya casi se iba a morir, se la pasaba gritando, mi mamá le decía – ¿Que te hago viejo? Y él ya ni contestaba, parece que ni oía, ya estaba más muerto que vivo. Rápido se murió mi papacito. Ni un año con esa maldita enfermedad. Bien que me acuerdo, el día que se murió estuve gritando toda la noche, yo me arrincone abajo de la mesa, estaba chille y chille, mi ama ya ni lloraba, ya nomás rezaba, ese día me di cuenta que dios ni existe y si existe esta sordo o de plano se hace pendejo. ¿Por qué será que cuando más pide uno? Más lo mandan a uno a la chingada. Yo por eso nunca pedí nada, lo que quería lo tomaba. Pedir sólo humilla, sólo lo desprecian a uno y a mi la vida ya me humillo mucho como pa’ que todavía me humille la gente pendeja. Eso lo sé ahora pero pus de niño, de niño uno en bien menso. Cuando mi Jefe ya no gritaba pensé que ya se había curado, yo ni sabía que tenía. Nadie supo. Y pa que saber, si de cualquier manera se iba a morir. Si no teníamos pa tragar menos para las pinches medicinas. Mi Jefe lo sabía, movió el taxi hasta que un día ya no pudo, luego mi Jefa era la que tenía que chingarse, ni modo. Le lavaba a una que otra vieja de ahí de la unida, pero ni así le sacábamos pal gasto. Pobre de mi Jefa ese año se puso bien jodida. Estaba aquí bien chula mi jefa. El día que murió mi Jefe le pidió a mi ama que bajará una foto, de esas viejas de cuando eran novios, bien acá se veían los dos. Mi Jefe bien galán y mi jefecita rete chula.



Mi Jefe la vio y se puso a llorar, pero ya no gritaba, nomás le escurrían las lágrimas, con una mano apretaba la foto y con la otra a mi jefa, mis otros carnales se pusieron a llorar y mi apa dijo algo, pero ya nadie le entendió, nomás se oía el sonido, como un gemido. Quién sabe que habrá dicho. Yo pensé que ya no nos podía ir más mal, pero como a la semana que llega un pinche licenciado, de esos bien gandallas, bien mierda, Que nomás andan buscando a alguien más pendejo que ellos pa sacarle hasta lo que no. Habló cómo media hora con mi jefa, según que mi Jefe le debía una feria. El culero se llevo el taxi y todavía quería que le pagáramos más. Mi pobre Jefa se le escondía. No sólo a él. Con cuatro chamacos y sola la pobre le debía a media colonia. Ya ni salíamos a la calle. Nos tenía encerrados. Nomás tocaban y se ponía a rezar y a chillar. Nos quedábamos callados esperando a que se fueran. Unos tocaban y tocaban, yo me ponía a contar hasta que se fueran, a veces era tanto que tenía que empezar de nuevo. Desde el cero. Así nos escondíamos hasta que una vez un cabrón llegó con policías y todo y nos sacó a la calle. Mi jefa estaba ida, con su rosario y su pinche padre nuestro, lo repetía y lo repetía, hasta se le olvido, ya decía pura incoherencia. Sus ojos estaban idos.


La última vez que la vi dijo mi nombre: Ramiro. Y se rió conmigo, hasta me miró pero luego siguió rezando, nos dejo encargados con Doña Lucha, una vieja gorda y gritona que le tuvo lastima de verla tan jodida, y luego se fue caminando. Dicen que camino hasta que un día callo muerta. Doña Lucha nos preguntaba que si teníamos pariente pero pus no. Ninguno. Siempre fuimos solos. Mi Jefe era del norte, de Sinaloa, nos contaba de cuando vivía allá. Pero pus su familia lo desconoció porque mi Jefe siempre fue bien orgulloso y nunca hizo lo que le dijeron. Así como yo. Cuándo escuche que Doña Lucha le llamó a los del DIF yo me fui. Si ya iba a estar solo pus de una vez. La primera noche que pasé en la calle me arrinconé en una esquina. Hacía un chingo de frío, me puse unas cajas de cartón alrededor del cuerpo y aun así sentía el pinche aire. Ni dormí, me la pase llorando como menso. Cerraba los ojos y sentía que mi mamá me estaba abrazando y no tenía miedo porque nadie podía hacerme nada. Pero este mundo es cabrón. A nadie le importas y si no te buscas tú la ayuda te mueres.


Eso lo aprendí al tercer día de no comer. Buscaba en los basureros, una vez encontré un gansito a medio comer, estaba todo aplastado, me supo bien bueno. Mi panza chillaba cuando me lo estaba comiendo. Un día dije: ni modo tengo que comer, de hoy no pasa. Camine hasta que encontré unas calles ahí medio solas, paso una vieja, taba chamaca, se ve que venía de la escuela. La seguí como dos cuadras, ni se dio cuenta. En una calle que estaba oscura le llegué por la espalda y la agarré del cuello, estaba bien pinche flaca. Ni resistencia puso, le baje 100 varos. Con eso comí tres días, luego me busque otra vieja, es que son más fáciles, siempre piensan que las vas a violar y prefieren aflojar la lana...


Y el hombre de traje oscuro que lo había observado sin parpadear. Lo interrumpió con una voz infranqueable. Lo miró con el desprecio que se le tiene a algo que no es humano y le preguntó. Está muy pinche conmovedora tu historia pero ¿sabes qué cabrón?... ya la escuche. Ya la escuche un chingo de veces y ya no me conmueve, me vale madres tu pinche madre loca y me importa un pito como se murió el pendejo de tu padre. Me importa una chingada que tú pinche vida sea una mierda. Tú historia vésela a contar a la pinche Silvia Pinal o a cualquier otra pendeja ridícula que tenga ganas de llorar. A MI...NO. Le decía mientras lo tomaba del pelo y lo aplastaba contra la superficie de una mesa de madera. -Yo conozco a los de tu tipo, son animales y así hay que tratarlos. Como bestias, sin corazón. ¿Cómo llegaste a la banda?

Y Ramiro lo miró sin parpadear y acercó su cabeza hasta donde pudo y con tono triunfante le dijo como susurrando:- NO-TE-VOY-A-DECIR.


Y el hombre del traje negro permaneció sin mover el rostro, suspiro como quién está a punto de enfrentarse a una ardua tarea. –Mira pendejo ya que te gustan las historias, ahí te va una. Tengo 20 pinches años encerrando a cabrones como tú. Conozco de cerca la escoria. A mi el diablo no me asusta. Me lame los huevos el pendejo. Una vez agarre a un wey, 16 años tenía, era huérfano de padre. Su mamá se caso con un pendejo que le pegaba a los dos. Les pegó desde la primera noche hasta la última. Y no creas que les daba unos golpecitos ahí namas. No. Les ponía unas chingas buenas. El wey este era un escuincle y ya tenía la nariz hecha mierda. Un día el padrastro casi mata a la mamá, el chamaco se cansó, amarró a su padrastro y con un cuchillo de cocina lo fue rebanando poco a poco. Más que matarlo quería que sufriera. Quería que el maldito sufriera como él había sufrido. Nunca se arrepintió. Hasta parecía orgulloso de lo que había hecho. Uy sí te contará. Todo lo que yo he visto en está pinche ciudad. Yo sé que está llena de weyes como tú que andan por ahí buscando su venganza. Todos como tú han tenido una vida de mierda. Mira wey te voy a decir algo, aquí entre tú y yo, a veces hasta los entiendo. No tienen nada que perder. Saben muy bien que en sus vidas hay de dos caminos o se mueren de hambre o se mueren en la pinche cárcel. Todos tienen como tú una pinche historia triste, pero sabes que wey: eso a la gente no le importa. Para todos los que andan allá afuera ustedes son unos animales. Si pudieran los matarían como en el gabacho. Electrocutados acabarían todos ustedes. A mi me pagaban por agarrar a tipos como tú. ¿Sabes por qué los odian tanto? Porque ustedes les recuerdan que el pinche mundo está de la chingada. Por eso. A ellos les gusta empaparse el hocico diciendo que vivimos en un pinche mundo acá bien bonito, bien feliz, donde todos son libres e iguales, donde todos tienen las mismas pinches oportunidades, pero llegan ustedes con sus pinches historias y les recuerdan toda la mierda en la que están embarrados.


Por eso los quieren matar. A ver si muertos se callan y los dejan seguir pensando que este pinche mundo está bien. Y ahora si pendejo ¿me vas a decir como entraste a la pinche banda o vamos a seguir con más pinches historias?


Atl Mendarte.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Atl, leia gaycity y me dio gusto saber que ya escribes otra vez. eres muy bueno sigue haciendolo.
Un saludo desde Veracruz

Atl Mendarte dijo...

Hey Gracias.
Q bueno q te gustó.
Saludos¡¡¡¡¡

Anónimo dijo...

Me gustó la narrativa, no sé que película te influenció pero pude sentirme en medio de una del cine de oro mexicano, o en una de esas tantas realidades que preferimos ver en blanco y negro, atrás, lejanas,pero cotidianas.

Atl Mendarte dijo...

Ya no me acuerdo del nombre de la peli.. pero era violenta y como noventera. Creo que voy a hablar más de esos personajes incomodos que no tienen voz o más bien que hemos decidido que no la tienen... gracias por tus comments charlito

Anónimo dijo...

Esta cabrón, xq están ahí, creo que de algún modo tenemos que asumir que existen, como una condena por haber nacido en una situación privilegiada, pidiendo no ocupar su lugar alguna vez... xq si cerramos los ojos, nos chingan

Atl Mendarte dijo...

Y creo que es una responsabilidad. El primer paso para ser justos es escuchar todas esas historias incomodas que de alguna manera nos reflejan a nosotros como sociedad